La trampa del «Estado empleador»: La Rioja quedó en el fondo de la tabla de empleo privado tras cuatro décadas de desaliento a la inversión

Un informe de IERAL expone la fractura productiva del país. Mientras CABA y Neuquén vuelan con indicadores de pleno empleo privado, la provincia paga el costo de un modelo de 42 años centrado en la expansión de la planta estatal que derivó en salarios promedio de 350 dólares.


La fotografía del mercado laboral argentino reveló una disparidad geográfica alarmante que pone en jaque el relato del federalismo productivo. Un reciente relevamiento del IERAL sobre el empleo privado registrado desnudó la fragilidad estructural de La Rioja: con apenas 70 empleados privados cada 1.000 habitantes, la provincia se ubica en el pelotón del fondo, muy lejos del promedio nacional de 119 y a años luz de los distritos más dinámicos del país.

Este dato no representa un accidente coyuntural, sino la consecuencia cristalizada de una política de Estado sostenida durante los últimos 42 años. Desde el retorno de la democracia, la clase dirigente riojana optó por un modelo donde el Estado asumió el rol de «empleador de última instancia». Esta decisión, que en el corto plazo sirvió para maquillar los índices de desocupación, construyó en el largo plazo una trampa de ingresos medios-bajos de la que hoy resulta casi imposible salir.

El salario de los 350 dólares

La expansión desmedida del empleo público funcionó como un ancla para la productividad. Al absorber la mano de obra disponible sin contraprestación de valor agregado genuino, la provincia consolidó una masa salarial deprimida. Hoy, el sueldo promedio de un trabajador en La Rioja ronda los 350 dólares.

Esta cifra ubica a la provincia en una situación de «pobreza administrada». El Estado paga, pero paga poco. La falta de un sector privado robusto que compita por los recursos humanos impide que los salarios suban por demanda natural. El círculo vicioso se cierra de forma perfecta: sin incentivos para la inversión privada (como muestra la ausencia de la provincia en el mapa del RIGI), la única salida laboral sigue siendo la administración pública, que a su vez se financia con recursos coparticipables cada vez más disputados.

La Argentina de dos velocidades

El contraste con el resto del mapa resulta brutal y expone una marcada heterogeneidad productiva. Mientras La Rioja lucha por perforar el techo de los 70 empleos privados por cada mil habitantes, otros distritos operan con una lógica de mercado totalmente distinta:

  • CABA lidera el ranking con 488 empleos privados cada 1.000 habitantes, impulsada por los servicios y el sector financiero.
  • Neuquén (211) y Tierra del Fuego (181) demuestran que los regímenes especiales y la explotación de recursos estratégicos (Vaca Muerta y la industria electrónica) mueven la aguja del empleo genuino.
  • La zona núcleo (Santa Fe, Córdoba) y la Patagonia (Río Negro, Santa Cruz) se mantienen por encima del promedio nacional de 119.

El costo del aislamiento

La Rioja quedó atrapada en la zona roja de la tabla, superando apenas a provincias con crisis estructurales crónicas como Corrientes, Chaco, Santiago del Estero y Formosa, esta última con un raquítico índice de 36.

La lectura política de estos números resulta lapidaria para la Casa de las Tejas. El «Modelo Riojano», basado en la contención social vía empleo estatal, mostró sus límites. Sin un giro de timón que fomente la radicación de empresas y ofrezca seguridad jurídica, la provincia corre el riesgo de profundizar su dependencia de la Nación, condenando a su fuerza laboral a subsistir con salarios que apenas cubren la canasta básica, mientras observa cómo sus vecinos productivos despegan.