Aunque la provincia exhibe una tasa de desocupación del 4,6% —muy por debajo del promedio nacional—, el indicador sufrió un deterioro interanual significativo. Más riojanos salieron a buscar trabajo empujados por la crisis, pero el mercado laboral se contrajo levemente, revelando que el aparato público ya no logra absorber toda la demanda social.
Los números del mercado de trabajo del tercer trimestre de 2025 llegaron al escritorio del gobernador Ricardo Quintela con una doble lectura. Por un lado, la estadística ofrece un titular reconfortante para la retórica oficial: La Rioja mantiene una tasa de desocupación del 4,6%, cifra que la ubica lejos del dramático 10,8% de Río Gallegos o del 6,6% del promedio nacional. Sin embargo, al levantar la alfombra de los datos absolutos, la tendencia revela una fractura en la capacidad de contención social de la provincia.

El informe de la consultora Politikon Chaco desnudó que el desempleo en el aglomerado riojano creció 1,3 puntos porcentuales en la comparación interanual. Este incremento no es un dato menor en una economía donde el empleo público suele actuar como un dique de contención casi perfecto. La suba indica que el «colchón» estatal comenzó a perder eficacia ante la presión de la calle.

El fenómeno de la «manta corta»
La radiografía del Indec mostró un comportamiento social reactivo a la pérdida del poder adquisitivo. La Tasa de Actividad en La Rioja subió al 46,3%, registrando un alza interanual de 0,9 puntos. Esto significa que una mayor cantidad de riojanos —presumiblemente jefes de hogar o jóvenes que antes no trabajaban— se volcaron al mercado en busca de ingresos para sostener la economía familiar.
El problema radica en que esa mayor oferta de mano de obra no encontró respuesta. Mientras más gente salió a buscar, la Tasa de Empleo se ubicó en el 44,2%, mostrando una leve caída interanual de 0,2 puntos. La ecuación política y social resulta peligrosa para la Casa de las Tejas: creció la demanda de trabajo, pero la generación de puestos genuinos se estancó o retrocedió.
Una isla que se achica
Si bien La Rioja todavía ostenta una de las tasas de desocupación más bajas del país, superando en estabilidad a distritos vecinos como Gran Tucumán (6,2%) o Gran Mendoza (6,2%), la dinámica preocupa más que la foto actual.

A diferencia de lo que ocurrió en otros aglomerados como Neuquén, donde el desempleo bajó 2,5 puntos, o San Nicolás, que redujo su tasa en 1,8 puntos, La Rioja quedó del lado de los perdedores del trimestre, junto a Corrientes y Rosario.
El deterioro de los indicadores laborales coincide con la asfixia financiera que denuncia la provincia. Sin recursos nacionales extras (ATN) y con el sector privado local golpeado por la recesión —como evidenció la caída de las exportaciones—, el gobierno de Quintela enfrenta un dilema de hierro para 2026: el Estado, histórico motor del empleo en la provincia, se quedó sin combustible para seguir expandiendo su planta de personal al ritmo que la crisis demanda.
La suba del 1,3% en la desocupación funciona como una alerta temprana. El «pleno empleo» riojano, sostenido artificialmente durante años, muestra sus primeras grietas estructurales.