Los datos del INDEC confirman un fenómeno que golpea con fuerza en el Norte: la gente no deja de trabajar, pero lo hace en peores condiciones. En la provincia, la crisis del Parque Industrial y el deterioro del salario público empujan a miles de riojanos hacia la informalidad y las «changas» para llegar a fin de mes.
Los números macroeconómicos que celebra la Casa Rosada esconden una letra chica que, en provincias como La Rioja, se lee como un drama social. Si bien el índice de desempleo a nivel nacional muestra una baja técnica —una «buena noticia» que el Gobierno de Javier Milei agita como bandera de éxito—, la radiografía fina del mercado laboral revela una degradación acelerada de la calidad del trabajo. El fenómeno es claro: el empleo asalariado formal retrocede y es reemplazado por el «cuentapropismo» informal, una categoría estadística que en el territorio riojano funciona a menudo como un eufemismo de la subsistencia.
La paradoja libertaria se manifiesta con crueldad en el interior. No es que haya más empresas contratando; es que la necesidad obliga a generar ingresos de cualquier forma. En La Rioja, donde el empleo público y el Parque Industrial fueron históricamente los grandes ordenadores sociales, ambos motores están gripados. El resultado es un trasvasamiento masivo de trabajadores hacia la economía en negro.
Del mameluco de fábrica a la «changa»
La reciente noticia del despido de 50 operarios en la textil TN & Platex ilustra perfectamente la dinámica que captan las estadísticas. Esos trabajadores, que perdieron su sueldo en blanco, obra social y aportes, probablemente no engrosarán la lista de «desocupados» el próximo trimestre. La urgencia los empujará a convertirse en monotributistas sociales, vendedores ambulantes o prestadores de servicios informales.
Para el INDEC, seguirán siendo «ocupados». Para la economía real de La Rioja, son víctimas de una precarización estructural. El «cuentapropismo» en la provincia ya no es sinónimo de emprendedurismo o libertad profesional, sino un refugio ante la falta de oportunidades en el sector privado formal y la licuación de los salarios estatales que paga la administración de Ricardo Quintela.
El «pluriempleo» como estrategia de supervivencia
El informe nacional destaca otro dato que tiene un correlato directo en la provincia: el aumento de la presión sobre el mercado de trabajo. Cada vez más personas que ya tienen empleo buscan activamente otro. En La Rioja, esto se ve en la proliferación del pluriempleo en el sector público. Con sueldos municipales o provinciales que en muchos casos rozan la indigencia, el empleado estatal se vuelca al comercio informal o a las plataformas de servicios por la tarde para cubrir la canasta básica.
Mientras el Gobierno nacional atribuye la baja del desempleo a la flexibilización de facto y a la «libertad» de contratación, en el Norte Grande el fenómeno se percibe como un retroceso. La caída del consumo, que golpea al comercio minorista, retroalimenta este círculo vicioso: los nuevos «cuentapropistas» venden en un mercado donde los clientes tienen cada vez menos plata.
Una bomba de tiempo social
La celebración oficial por la baja del desempleo choca de frente con la realidad de las provincias dependientes de la coparticipación y la industria protegida. En La Rioja, la tasa de informalidad amenaza con dispararse a niveles históricos.
Para el gobernador Quintela, este cambio en la matriz laboral representa un desafío de gobernabilidad. El trabajador informal no tiene paritarias, no tiene contención sindical y es el primero en caer en la pobreza cuando la inflación —aunque a la baja— sigue mordiendo los ingresos. La «era Milei» ha logrado que el desempleo no explote en las estadísticas, pero lo ha hecho a costa de transformar el trabajo digno en una carrera diaria por la supervivencia en la informalidad.