El gobernador de Salta, socio clave en la votación del Presupuesto, pidió equilibrios y criticó la «impericia» legislativa. Mientras sus diputados apoyaron el ajuste y él cobró con un cargo en la AGN, su discurso marca el contraste con el aislamiento político del riojano Ricardo Quintela.
En el complejo ajedrez del Norte Grande, donde las necesidades son idénticas pero las estrategias divergentes, la voz de Gustavo Sáenz se escuchó este domingo con una resonancia particular en La Rioja. El gobernador de Salta, convertido en un equilibrista del poder, lanzó una advertencia que bien podría haber salido de la boca de Ricardo Quintela, aunque con una diferencia sustancial: Sáenz la pronuncia desde adentro del círculo de beneficiarios del Gobierno, mientras el riojano lo hace desde la intemperie opositora.
“Con el equilibrio fiscal y el déficit cero no se come, no se cura, no se resuelve la inseguridad”, disparó el mandatario salteño, marcando la cancha tras una semana frenética. Sin embargo, en la Casa de Gobierno de La Rioja, estas palabras se leen con el cinismo del que conoce los costos de la política real. Sáenz critica el modelo, pero sus diputados (Pablo Outes y Yolanda Vega) votaron a favor del Presupuesto y del polémico recorte universitario. A cambio, el salteño se llevó un trofeo mayor: la designación de su aliada Pamela Calletti en la Auditoría General de la Nación (AGN).
El espejo invertido del Norte
La declaración de Sáenz expone la dualidad que hoy divide a la región. Por un lado, el «modelo salteño» (y tucumano, con Jaldo): acompañar el ajuste de Javier Milei en el recinto, cobrar con cargos y obras, y luego diferenciarse en los micrófonos para contener el frente interno. Por el otro, el «modelo riojano» de Quintela: rechazo absoluto, sin negociación y sin beneficios, pagando el costo del ahogo financiero.
“Hay muchos diputados que no entendían qué estaba pasando… no fue una sesión prolija”, se justificó Sáenz sobre la votación de madrugada, intentando despegarse de la «picardía» parlamentaria que dejó a las universidades en el limbo.
Para la política riojana, la figura de Sáenz es el espejo de lo que podría haber sido y no fue. Mientras La Rioja no logra destrabar fondos extracoparticipables ni obras públicas, Salta negocia sillas en los organismos de control. La frase «hay que buscar equilibrios» suena en los oídos del «quinteliismo» como la confirmación de que, en la era Milei, la gobernabilidad se cotiza en el mercado de futuros legislativos.
La preocupación por el Presupuesto 2026
Más allá de la retórica, Sáenz comparte con Quintela una preocupación pragmática: “Me preocupa que podamos quedarnos nuevamente sin presupuesto”. La diferencia radica en la solución propuesta. El salteño aboga por que el Senado introduzca cambios y se negocie una salida intermedia («algo tienen que ceder el Gobierno y las universidades»), mientras que la postura riojana es que un presupuesto de ajuste es invotable por definición.
Sáenz advirtió que si la ley sale «blindada» tal como quiere el oficialismo (sin los fondos educativos), «va a generar un problema para el Gobierno» porque la conflictividad social escalará. Es un aviso a los navegantes libertarios: el apoyo de los aliados del norte tiene fecha de vencimiento si la reactivación no llega.
“Aristóteles decía que la virtud se encuentra en el término medio”, filosofó el gobernador. En La Rioja, donde la polarización con la Nación es total, el «término medio» parece una utopía lejana. La realidad muestra que, mientras Sáenz cita a los griegos y ubica a su gente en la AGN, La Rioja sigue contando las monedas para pagar sueldos, confirmando que en el federalismo libertario, el que no negocia, no come.