Un «déjà vu» de impericia: Martín Menem, el artífice de la «sorpresa» que dejó al Gobierno sin su victoria completa

El presidente de la Cámara Baja no vio venir el rechazo al capítulo universitario y recurrió a una negociación de madrugada por la AGN que enfureció a los aliados del Pro. En La Rioja, el traspié se lee como una señal de debilidad en la gestión política del principal alfil libertario.


El debut de la «nueva temporada» legislativa, con La Libertad Avanza (LLA) consolidada como primera minoría tras el triunfo electoral, prometía ser una marcha triunfal. Sin embargo, terminó siendo un recordatorio ingrato de los viejos déficits de gestión política. En el centro de esa tormenta perfecta quedó Martín Menem, el riojano encargado de conducir la Cámara de Diputados, quien pasó de la euforia a la sorpresa en cuestión de minutos, exponiendo una «impericia» que preocupa en la Casa Rosada.

El lunes, el optimismo reinaba en el oficialismo. Pero al anochecer se decidió activar una «bomba racimo»: la inclusión sorpresiva en el Presupuesto 2026 de la derogación de las leyes de financiamiento universitario y de discapacidad. Esta decisión, impulsada por el núcleo duro de Balcarce 50 y ejecutada sin la validación política necesaria, estalló en las manos de Menem en pleno recinto.

La contabilidad fallida del riojano

El problema de fondo no fue solo la audacia fiscal de Javier Milei, sino la ceguera política de sus operadores legislativos. En el propio bloque de LLA, incluyendo a Martín Menem, «se sorprendieron al ver que perdían la votación del capítulo XI». Al no esperar ese resultado, no hubo capacidad de maniobra para pedir un cuarto intermedio o negociar.

“No entendíamos lo que pasaba. Estábamos seguros de que se aprobaba, por eso nos quedamos sorprendidos”, confesó un diputado importante del bloque libertario. Esta frase desnuda la falta de «poroteo» fino por parte de la presidencia de la Cámara. Menem confió ciegamente en los acuerdos de cúpula con los gobernadores del Norte —como Raúl Jalil o Osvaldo Jaldo—, sin advertir que «hubo varios legisladores que se desacoplaron de sus gobernadores» porque no estaban dispuestos a pagar el costo social de votar contra discapacitados y docentes.

Para La Rioja, que observa a Menem como su figura de mayor proyección nacional, el episodio revela una falencia estructural: «Las matemáticas son crueles con las ilusiones». El riojano no supo leer que el triunfo electoral de octubre no se traducía automáticamente en obediencia debida dentro del hemiciclo.

La carta oculta y la «traición» al Pro

Si la caída del Presupuesto expuso falta de oficio, lo que ocurrió a las 3 de la mañana expuso lo que en el Congreso llaman «el aroma de lo sinuoso». Ante la inminencia de un cierre de sesión amargo, Menem jugó una carta que guardó en secreto hasta el final: el reparto de sillas en la Auditoría General de la Nación (AGN).

Sin avisar a sus socios del Pro, y en una maniobra pactada con el kirchnerismo y los gobernadores del norte, aparecieron los pliegos de la libertaria Mónica Almada, el camporista Juan Forlón y la salteña Pamela Calletti.

Cristian Ritondo sintió el peso de una traición. La relación con el macrismo sufrió otro cimbronazo, y esta vez el apuntado fue directamente Menem. La maniobra, lejos de mostrar fortaleza, fue interpretada como un manotazo de ahogado que priorizó salvar un acuerdo con la «casta» del norte antes que cuidar a los aliados naturales del cambio.

Un cono de sombras sobre la gestión política

El balance de la semana deja a Martín Menem en una posición delicada. «Al Gobierno le cuesta entender que no alcanza con acordar con los gobernadores para sumar en bloque a todos sus legisladores», reconocen ahora en el oficialismo. La estrategia de Menem de privilegiar el vínculo con los mandatarios provinciales por sobre la construcción legislativa fina demostró sus límites.

Además, la incapacidad para establecer acuerdos firmes y la tendencia a manejarse con «prejuicios» en la negociación erosionaron la confianza. «No saben vincularse en forma franca… Se les nota que no están convencidos», describen los interlocutores habituales.

Mientras en la Casa Rosada hubo reuniones urgentes y pases de factura entre «duros» y «dialoguistas» sobre cómo seguir con el veto o la insistencia de las leyes caídas, en La Rioja queda la sensación de un déjà vu ingrato. El Gobierno tiene los votos y el apoyo popular, pero su principal operador legislativo volvió a chocar contra la misma pared: creer que la política se resuelve solo con presión y sin la «muñeca» necesaria para evitar que una victoria se transforme, por errores propios, en una derrota política.