Luces en el parque, sombras en Nueva York: la audacia de celebrar la expansión eólica mientras se ignora un default de US$ 300 millones

La ampliación del Parque Arauco es presentada por Quintela como un hito de soberanía energética, pero expone la mayor inconsistencia del modelo riojano: mostrarse exitoso en la generación de recursos y, al mismo tiempo, insolvente ante los bonistas internacionales que financiaron la matriz original.


En La Rioja, la política se mueve a dos velocidades irreconciliables. Por un lado, la velocidad de las aspas de los aerogeneradores del Parque Eólico Arauco, que giran con el viento de la expansión y la promesa de un futuro energético superavitario. Por el otro, la lentitud exasperante de los tribunales y las negociaciones de deuda, donde la provincia arrastra un default millonario que parece haber borrado de su memoria institucional. La reciente inauguración de nuevas etapas y la ampliación de la capacidad instalada del parque —celebrada por el oficialismo como una victoria estratégica— obliga a preguntarse: ¿cuánto tiempo puede un gobierno disociar el activo del pasivo? ¿Cómo se hace para cortar cintas sobre una obra mientras se ignora a quienes pusieron el dinero para levantar los cimientos?

La nota oficial sobre el fortalecimiento del perfil energético riojano narra una historia de éxito: más megavatios, tecnología de punta y una empresa estatal que crece. Sin embargo, para los tenedores del Bono Verde (emitido originalmente por unos 300 millones de dólares para construir, precisamente, estos parques), la foto de los funcionarios sonrientes junto a los molinos es casi una provocación.

La estrategia de la amnesia selectiva

El gobierno de Ricardo Quintela ha perfeccionado una táctica de «compartimentación» narrativa. En el relato local, el Parque Arauco es patrimonio exclusivo de la gestión provincial y un símbolo de resistencia ante el ajuste nacional. En este guion, los acreedores internacionales no existen, o son presentados como buitres ajenos a la realidad productiva. La administración se «hace la distraída» con una naturalidad asombrosa: celebra la renta que genera la energía vendida al sistema nacional, pero alegando crisis financiera, no gira los dólares comprometidos para pagar el capital que hizo posible esa renta.

Esta disociación cognitiva tiene un objetivo político claro: blindar la gestión local de la mancha del default. Al no mencionar la deuda, se instala la idea de que el parque creció por generación espontánea o por la mera voluntad política del gobernador. Se omite el detalle fundacional de que fue el mercado de capitales el que confió en La Rioja para iniciar la aventura eólica.

El riesgo de la «viveza» financiera

Pero la realidad, aunque se la ignore en los discursos, suele tener la mala costumbre de presentarse en forma de sentencias judiciales. Mientras La Rioja muestra al mundo su capacidad técnica para ampliar PEPE IV, en los despachos de Manhattan se acumulan los reclamos. La pregunta que sobrevuela el ambiente de negocios es si esta estrategia de «paga Dios» no terminará fagocitándose al propio proyecto.

¿Puede La Rioja seguir consiguiendo socios para ampliar el parque si mantiene su estatus de paria financiero? La lógica indica que no. Los proveedores de turbinas y tecnología de punta suelen pedir garantías que una provincia en default no puede ofrecer.

La celebración de la expansión del Parque Arauco es, en última instancia, una huida hacia adelante. El gobierno apuesta a que los hechos consumados (la energía generada, el dinero ingresado por CAMMESA) le den la fuerza para imponer una quita agresiva o seguir pateando el problema. Es una jugada de póker de alto riesgo: festejar la cosecha en el campo propio mientras se le debe la semilla al vecino. Una maniobra que puede funcionar en la política doméstica, pero que en el mundo de las finanzas globales se llama, lisa y llanamente, mala fe.